Un científico europeo prevé un futuro incierto para las carnes

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Mientras el valor agregado del agro global creció 73% en 20 años, se redujeron las tierras cultivables, los productores y el financiamiento a la investigación pública, entre otros desafíos. “La posibilidad de satisfacer la creciente demanda de proteína animal y, a la vez, reducir las emisiones es limitada. No soy optimista”, dijo Andrea Rosati en el congreso de AAPA.

Andrea Rosati, secretario de la Federación Europea de Ciencia Animal, disertó en el 45º Congreso Argentino de Producción Animal (AAPA) sobre el futuro de la ganadería. El eje de la charla fue analizar si la “revolución agrícola” registrada en los últimos años podrá continuar como para satisfacer la creciente demanda de proteínas animales.

Se trata de “una industria estratégica ya que provee de alimentos al mundo”, pero cada vez cuenta con menos tierras cultivables por habitante, menos cantidad de productores, falta de infraestructura en países en vías de desarrollo -precisamente donde hay más densidad de ganado- y menor financiamiento a la investigación pública, incluso en países desarrollados. Sin embargo, se enfrenta al desafío de abastecer a una sociedad civil más atenta a los sistemas productivos y, a la vez, reducir emisiones de gases de efecto invernadero.

¿Quién ganará la pulseada? Desde Valor Carne reproducimos los puntos centrales de la presentación, que más allá de abordar las posibilidades reales del sector pecuario de cumplir con los objetivos, deja una puerta abierta para el cambio. Una información relevante más aún por provenir de un referente de la ciencia del mercado formador de opinión en carnes a nivel mundial.

Dónde estamos

Entre las fortalezas para poder producir más proteínas animales, Rosati mencionó el increíble crecimiento del valor agregado de la producción agropecuaria global -de 73% en los últimos 20 años, a USD 3,5 billones de dólares- como resultado de la transformación de la materia prima para lograr productos de mayor precio. También resaltó el salto del 300% del comercio internacional de alimentos de países de altos ingresos, en 30 años.

Además, visualizó el lado bueno de la disminución del número de productores, una constante en casi todo el mundo. “Si bien hay menor cantidad, por ejemplo 4,5 % en Europa y 2% en EE.UU., aumentó el tamaño de los establecimientos. Entonces, pueden invertir más, aplicar más tecnología y se vuelven más eficientes”, indicó.

Como contrapartida, presentó algunas debilidades. “El financiamiento público de la investigación, un aspecto crucial para seguir creciendo, se está reduciendo en casi todo el mundo. En Europa y América del Norte más, mientras en China está aumentando”, diagnosticó. Y agregó: “si bien la inversión privada está incrementándose, en especial en los países más ricos, el conocimiento está destinado al área específica donde se origina”.

Finalmente, se refirió a la sociedad civil, cada vez más poderosa. “Cuando comencé a trabajar en ciencias animales nunca pensé que la gente podría impactar en lo que hacemos en la investigación y en la producción, ahora ellos se ocupan de problemas ambientales, aspectos éticos y bienestar animal. Mandan”, advirtió.

Pros y contras para crecer

Para dar una idea de dónde está el ganado, Rosati presentó un mapa donde se muestra que la densidad es muy alta en India y en un área de América Latina (este de la Argentina, Uruguay, sur de Brasil), le siguen el sudeste asiático, EE.UU. y parte de Australia y Europa. Pero también hay muchos animales en ciertos países de África, por ejemplo, Etiopía, algo poco conocido.

¿Cuáles son las fuerzas y los límites para producir más? Se sabe que en los países desarrollados los productores utilizan más tecnología, tienen más oportunidades de invertir y hay buena formación cultural. “Están cerca de los mercados ricos, otra fortaleza, pero hay dos puntos débiles. El mayor costo de la mano de obra y preocupaciones éticas y ambientales que pueden impedir el desarrollo pleno de la actividad”, alertó.

En los países en vías de desarrollo sucede lo contrario: hay baja aplicación de tecnología, menor formación cultural, falta de infraestructura y mayor distancia a los mercados ricos. “A su favor, tienen costos de mano de obra más bajos y hay menos inquietudes éticas y ambientales”, destacó.

Además, en estos países hay áreas marginales disponibles, por ejemplo en Brasil, Argentina, India e incluso China. “Si comenzamos a usarlas ¿podremos alimentar al mundo? Realmente no, el gráfico es muy claro, se ve que la superficie cultivable en los países en vías de desarrollo (línea violeta) está creciendo, por la aplicación de tecnologías, pero también lo hace la población, aún más, (línea verde con cruces). Como resultado, la tierra cultivable per cápita está disminuyendo (línea verde con círculos)”, planteó.

Emisiones: ¿Dónde está el culpable?

El ganado y el estiércol generan el 5,8% del total mundial de emisiones de gases de efecto invernadero, una cifra muy menor comparada con el 73,2% del sector energético. Pero ¿dónde se generan esas emisiones? “Principalmente en Asia, seguido por América Latina y África, y luego por América del Norte y Europa. Son datos llamativos, pero que van en línea con la densidad de ganado y los diferentes sistemas productivos. También se nota un crecimiento en África y algo en Asia”, aseveró Rosati.

Según los científicos, considerando las emisiones de los animales, el máximo que se puede reducir con las tecnologías actuales o previstas es el 25% ¿Estas tecnologías se podrán aplicar a todo el ganado? “No, seguramente no alcanzará a los miles de millones de cabezas del mundo, por ejemplo, el rodeo de India, de África ni de muchos otros lugares. Estimo que, en los próximos años, si trabajamos duro y hay inversión para hacerlo, como máximo alcanzaría a un 20% de los animales. Esta es la mejor predicción, siendo muy optimista”, respondió.

¿Cuál sería, entonces, el aporte de las vacas al cuidado ambiental? “La reducción de emisiones posible en la industria animal es de 0,29% del total. Por cierto, debemos hacer el esfuerzo por lograrlo, pero si se piensa que esto salvará el mundo, definitivamente digo que no. Es un número insignificante, la opinión pública se equivocó de culpable, aunque era previsible porque la industria energética necesitaba acusar a alguien más”, subrayó.

Seguidamente Rosati, caracterizó la visión de la sociedad civil sobre el bienestar animal. “En Europa es un tema candente. Nosotros también queremos tratar bien a los animales, porque además producen mejor”, comentó. ¿Por qué adquirió tanta importancia? “Creo que, a nivel mundial, ya en 2008, el número de personas que vivían en la ciudad sobrepasó a los de zonas rurales. Las personas están alejadas del campo y cuando ven vacas lecheras y a los productores que apartan a los terneros inmediatamente después de que nacen, piensan que es una crueldad. Quieren un sistema de producción diferente, aunque sea menos eficiente”, explicó.

En línea con este distanciamiento entre industria cárnica y población urbana, hay gente que está en contra de matar animales, a pesar de las normas de sacrificio humanitario, así como sectores veganos y vegetarianos. “Son minoritarios, pero están principalmente en los países ricos. Y por supuesto, todo esto es una limitación para aumentar la producción”, sostuvo.

A futuro

En un mundo con una población creciente y nuevas dietas se necesitarán cada vez más proteínas animales. “Pero para producir más cuidando el medioambiente y el bienestar animal hay que aplicar tecnología, de la mano de inversiones que permitan mantener la rentabilidad a campo, ese es el motor. Todo lo demás es literatura”, indicó.

En este marco, Rosati manifestó su visión a futuro. “Los decisores descuidan las inversiones a largo plazo, que son las únicas herramientas para proteger el planeta y al mismo tiempo dar suficientes proteínas a los seres humanos. No soy optimista, pero debemos trabajar en el cambio”, concluyó.

Por Ing. Agr. Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne


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