La Casa Blanca culpa a los frigoríficos por los mayores precios de la carne

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Asegura que un puñado de firmas domina en el negocio, que sus ganancias se multiplicaron por cinco durante la pandemia y habla de “codicia empresarial”. En la Argentina, la vicepresidente Cristina Kirchner tomó esos argumentos para justificar la posición del gobierno. Los detalles de un debate que merece seriedad. Por Miguel Gorelik.

El tema de la inflación creciente genera enorme inquietud en los EE.UU. donde, en noviembre, acumuló un alza anual de 6,8%, la mayor en casi 40 años.

El Departamento del Trabajo, responsable del seguimiento de los precios, indicó que los aumentos en naftas, alojamiento, comida, autos y camiones usados y vehículos nuevos son los principales contribuyentes a aquel incremento.

Mientras tanto, la carne vacuna aumentó 25%, la panceta ahumada, 21% y la carne de pollo 9,2%.

En un blog del Consejo Nacional Económico (NEC), que depende de la Casa Blanca, se afirmó que un puñado de empresas dominan los sectores de carne vacuna, porcina y aviar y que estos intermediarios usan su poder de mercado para aumentar los precios y “subpagar” a los productores mientras toman más y más para sí mismos.

Informes económicos de cuatro grandes empresas del sector (Tyson Foods, JBS, Marfrig y Seabord) indican que sus ganancias brutas se han duplicado durante la pandemia y que sus ganancias netas se multiplicaron por cinco, según un director del NEC.

La industria de carnes descartó el comentario como un intento de desviar la responsabilidad de la inflación. Afirmó que los márgenes mayoristas están cayendo mientras los procesadores corrigen las disrupciones de la cadena de suministros que se verificaron durante la pandemia. Algunos de los mayores faenadores redujeron su trabajo y cerraron temporariamente en abril y mayo de 2020 por los contagios entre sus empleados.

Según el Instituto Americano de Carne (AMI) los precios aumentan porque la demanda de carnes nunca ha sido mayor.

El consumidor medio gasta un 8% en compras de alimentos y un 6% en comidas fuera del hogar, con lo que, sumados, representan el segundo gasto en importancia.

Seguramente hay una cuota de verdad de ambos lados de la discusión, pero la misma merece ser mucho más seria y basada en números.

La industria vivió un veranito hace un año y medio, con plantas cerradas, lo que redujo la demanda de animales y bajó su precio mientras que la oferta de carne era reducida y forzó un aumento de precios en el mostrador.

También es cierto que menos de media docena de empresas representan el grueso de la faena de carnes de las tres especies.

Pero por otro lado no se puede ocultar que ese país tiene una de las regulaciones más amplias y eficaces para asegurar la competencia en cada uno de los eslabones, más allá de que todo sea perfectible.

Y que la emisión monetaria desde la pandemia ha sido inédita.

Pero todo ese combo que derivó en una discusión superficial, hasta ahora, fue tomado por nuestra inefable vicepresidente Cristina Kirchner para tratar de llevar agua para su molino.

Claramente, el número histórico de 7% de inflación anual estadounidense es, para nosotros en la Argentina, el anticipo de lo que nos puede pasar cada mes, en poco tiempo más, si aquí no se toman medidas muy severas.

La concentración del sector de la carne estadounidense es un problema desconocido en estas latitudes, lo que desarma el argumento de la codicia o la colusión empresaria.

Así que mal se puede trasladar aquel debate, y peor aún, con el ánimo de justificar cualquier clase de intromisión en el mercado como las que se vienen tomando.

Lic. Miguel Gorelik, Director de Valor Carne /www.valorcarne.com.a

 


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